ISBN: 978-84-616-8549-3
Encuadernación: Tapa blanda
Edición: 15
Número de páginas: 230
Tamaño: 16 x 23
Resulta que dejé mi trabajo como funcionario con el fin de recuperar la inspiración para una novela, pero antes de encontrar a las musas me fui en moto a recorrer África y África me encontró a mí. Tras pasar 4 meses y cruzar 14 países, regresé y vomité un libro directo, franco e incorrecto titulado Un millón de piedras. Ni pensé en estar escribiendo un relato de viajes, ni mucho menos en un texto motero o motociclista. Simplemente transcribí el cuaderno de bitácora de un ex oficinista flipando por una África que nunca antes había pisado. El argumento del libro era muy sencillo: mi vida rebotando sin control de piedra en piedra, de frontera en frontera, aquí un accidente, allá una enfermedad, más acá litros de cerveza, al otro lado el desierto, la selva y las estrellas y un fulano sorprendido y feliz de vivir la experiencia que cambiaría su vida. Luego escribí un libro mejor titulado La emoción del nómada cuando ya sabía el final de la historia, pero Un millón de piedras es puro aluvión incontenible de pensamientos, sentimientos y vida, mucha vida. El libro funcionó por sí solo para sorpresa de todos. Mía, de la editorial y de los pocos que lo leyeron cuando era un atado de folios. Y lo hizo a través del boca oreja, sin apoyo alguno de los medios. Mi agente de prensa hemos sido siempre mi ordenador y yo. Pero quien lo leía no quedaba indiferente. Por supuesto hay a quien no le gusta. Pero se repite el fenómeno, a quien no le gusta, no le gusta mucho. Y es que he comprobado que el libro causa efecto. En cierto modo es excesivo al llamar a las cosas por su nombre, al no halagar el oído de nadie, al no intentar estar por encima del bien y del mal. Como digo en sus páginas: África cautiva, pero es un asco. Y ya está bien de líricas de safari. Al pan pan, y al vino vino.